Cuando la gente ve pasar al Cristo de su cofradía o al que tiene mayor devoción se le hace un nudo en el estómago, nace una oración en los labios y una lágrima en el párpado inunda el ojo.
No hay cristiano en el mundo que no se ponga a rezar un Padrenuestro, un Credo o un Ave María al ver el Sol reflejarse en los faroles del Nazareno a eso de cuando el sol aparece recortando la silueta de las almenas de la Torre Bujaco.
No hay persona en el Mundo que no se entristezca al ver a una Madre llorar, aunque sea mecida por toda una cuadrilla de devotos, cual mecedora de plata con sábanas de terciopelo y aroma floral.
No hay hombre que no se pregunte como una persona pudo dar su vida por la salvación de tantas gentes, sin conocerlas de nada, ya sean santos o terrorista, ricos o pobres, mujeres u hombres.
No hay cacereño que a la Esperanza no le heche un piropo, al Señor de las penas le lance un cristiano suspiro o al Cristo Negro una plegaria de paz.
No hay cacereño que no le retumbe en su interior el tambor destemplado del Amparo o la campanilla de los Ramos, no hay cacereño que....
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