¡Dios mío, Dios mío! ¿Por qué me has abandonado?
Lejos estás de mi socorro , de las palabras de mi gemido.
¡Dios mío! Clamo de día, y no me respondes;
de noche , y tú no me atiendes.
Con todo Tú eres el Santo,
Tú que habitas entre las alabanzas de Israel.
En ti esperaron nuestros padres;
confiaron, y tú los libraste.
A ti clamaron, y fueron liberados;
en ti confiaron, y no fueron confundidos.
Pero yo soy un gusano, no un hombre;
el oprobio de los hombres y el desecho del pueblo.
Búrlanse de mí cuantos me ven,
abren los labios y mueven la cabeza.
-Se encomendó a Yavé -dicen-;
líbrele, sálvele El, pues dice que le es grato_.
Y en verdad Tú eres el que me sacaste del vientre,
el que me inspirabas confianza desde los pechos de mi madre.
Desde el útero fui entregado a ti,
desde el vientre de mi madre Tú eres mi Dios.
No estés alejado de mí, que estoy angustiado;
acércate, pues nadie viene en mi ayuda.
Rodeánme toros en gran número,
cércanme novillos de Basán.
Abren sus bocas contra mí
cual león rapaz y rugiente.
Me derramo como agua;
todos mis huesos están dislocados .
mi corazón es como cera,
que se derrite dentro de mis entrañas.
Seco está como un tejón mi paladar,
mi lengua está pegada a las fauces,
y me han hechado el polvo de la muerte.
Me rodean como perros,
me cerca una turba de malvados ;
han taladrado mis manos y mis pies.
Y puedo contar todos mis huesos.
Ellos me miran y contemplan.
Se han repartido mis vestidos
y echan suertes sobre mi túnica.
( Salmo 22)
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