Y yo viéndote así
con gran dolor por mí
me postro de rodillas
ante tu imagen bendita.
Tú me miras, yo te miro
y mientras que detrás mía
delante tengo
a tu mirada bendita.
Y recuerdo con dolor
aquél pasaje de Simeón
en el que tú sin saber
te enamorastes del Querer.
Y cuando el clavel rojo
cayó sobre el clavel
del color de la nieve.
Manchó de salvación
tu grandioso mantón
de manila no,
de dolorosa Pasión.
Y ahora te miro,
ahora lloro,
y es que es tan grandioso
tu manto
en el que cabemos todos los cristianos.
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