María se encontraba tumbada en la hierba, a la sombra de una centenaria y robusta encina. Estaba mirando a un grupo de hormigas que todas juntas estaban transportando una migaja del bocata que se había comido antes. Veía como entre tres minúsculas hormigas podían llevar, con mayor o menor rapidez, un trozo de pan que podría ser cinco veces el tamaño de todas ellas.
Pero en ese instante su padre llegó y la dijo: ”María, hija, otra vez tirada en la hierba. Anda levántate que te vas a constipar”
Su padre se marchó dejando la hierba que había pisado aplastada. María en vez de hacerle caso se quedó observando la hierba aplastada, y sorprendentemente, la briznas de hierba se fueron levantando poco a poco, como si alguien las tuviera inflando desde el suelo.
En este tiempo cuaresmal deberíamos ser como las hormigas que trabajan juntas para hacer realidad un mundo en el que todos colaboremos. Y también tenemos que ser briznas de hierba, que cuando son pisadas se levantan poco a poco.
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